¿Desde qué distancia puede matarnos una supernova?

Un equipo de investigadores acaba de multiplicar por dos la «distancia letal» de una de estas violentas explosiones estelares.

Hace unos 2,7 millones de años, una supernova explotó tan cerca de la Tierra que llenó el planeta de escombros, dejando un rastro de hierro radiactivo (Hierro 60) que los científicos han localizado en el fondo de los océanos e incluso mezclado con las capas de polvo que cubren la superficie de la Luna.



 

La explosión se produjo a varios cientos de años luz de la Tierra, lo bastante lejos como para que la radiación no causara una extinción masiva de la vida terrestre, aunque lo suficientemente cerca para que nuestros lejanos antepasados se vieran afectados por ella. En aquél tiempo, Homo erectus empezaba a descender de los árboles, y son varios los estudios que sostienen que la intensa luz que iluminó las noches durante largo tiempo pudo llegar a cambiar sus patrones de conducta, alterando los niveles de melatonina. Incluso hay quien cree que la radiación residual de la explosión fue suficiente para aumentar la incidencia del cáncer.

Hasta ahora, se pensaba que esa supernova se encontraba a una distancia de unos 330 años luz de nuestro planeta, pero un estudio que se publicará próximamente en Astrophysical Journal y que ya está disponible en ArXiv.org ha reducido esa cifra a más de la mitad.

 

 

"Ahora tenemos más datos de esa supernova -afirma Adrian Melott, investigador de la Universidad de Kansas y autor principal del artículo- . Las estimaciones temporales aún no son del todo exactas, pero lo que nos llevó a escribir este artículo es la distancia. Hicimos estos cálculos porque otros ya habían revisado la distancia, y nuestras estimaciones apuntan a que en realidad estaba entorno a los 150 años luz".

 

Lo cual, aunque más cerca de lo que se creía, sigue sin ser suficiente como para provocar una catástrofe planetaria. Entonces, ¿desde qué distancia puede matarnos una supernova?

 

La «distancia mortal»

 

"En un artículo de 2003 -explica Melott- se estimó que la 'distancia mortal' de una supernova se extendía hasta unos 25 años luz de la Tierra. Ahora creemos que es bastante mayor que eso". Melott y su equipo, en efecto, piensan ahora que una supernova podría resultar letal para la vida en la Tierra desde una distancia de 40 ó 50 años luz (cada año luz son 9,6 billones de km.).

 

Para llegar a esta conclusión, los investigadores estudiaron los efectos que la supernova de hace 2,7 millones de años tuvo sobre los ecosistemas de la época. "No hubo extinción masiva -afirma el investigador- pero sí muchas especies que desaparecieron en ese momento", al mismo tiempo que surgían otras nuevas. Sin embargo, cuántas de estas extinciones se deben al cambio climático y cuántas a un aumento de los rayos cósmicos producidos por la supernova es algo muy difícil de concretar.

 

Para acercarse lo más posible a una respuesta, los investigadores consideraron detenidamente los mecanismos que hay tras una hipotética oleada de partículas mortales y radiación. En primer lugar, hay que pensar que no se trata de un simple "tsunami" de rayos gamma y neutrones acelerados, sino que todo depende de los campos magnéticos que haya entre nosotros y la estrella que explota.

 

"Si existe tal campo magnético -afirma Melott- desconocemos su orientación, de modo que podría convertirse una auténtica autopista para los rayos cósmicos, pero también podría bloquearlos". Melott y su equipo asumen que la supernova creó su propia "burbuja magnética" y que ésta, a medida que se expandía, terminó por "tragarse" a la Tierra.

 

Los resultados, como sabemos, no fueron mortales, pero sí pudieron ser espectaculares. Por ejemplo, los rayos cósmicos que golpeaban nuestra atmósfera habrían sido tan intensos que brillarían durante las noches con un resplandor azulado, lo que habría afectado los ritmos de sueño de muchos animales diurnos.

 

Las partículas elementales de los rayos cósmicos también habrían penetrado hasta la troposfera e incluso llegado al suelo, causando quizá un aumento de la incidencia de cáncer entre nuestros primeros antepasados. Por último, las cascadas de partículas, causadas por las múltiples colisiones entre ellas, habrían propiciado un mayor número de rayos, lo que se habría traducido en incendios mucho más frecuentes.

 

Y todo eso a causa de una explosión que tuvo lugar a 150 años luz de distancia. Si la supernova hubiera estallado más cerca, a la distancia crítica de 50 años luz, lo más probable es que ninguno de nosotros estaríamos hoy aquí para contarlo.

 


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