Extenso terreno entre dos océanos, este maravilloso país nos deja con la boca abierta en sus profundos contrastes: safaris salvajes y hoteles de lujo, playas de olas frías y sabanas interminables, músicas africanas de raíz ancestral y tradiciones occidentales, una triste historia de desigualdad y el canto de esperanza de la mano de Mandela. Esta crónica de viaje es una expedición por esos contrastes fascinantes de uno de los países africanos más preparados para el turismo. Empezamos por la zona norte, donde se encuentran dos de sus ciudades más grandes y el parque de safaris más famoso del país.
Johannesburgo, la puerta de entrada
Si esperábamos como bienvenida leones corriendo libres en la pradera, nos sorprenderá la extensa superficie de rascacielos que se divisa desde el avión cuando llegamos a Johannesburgo, la ciudad más grande y populosa de Sudáfrica. La naturaleza tendrá que esperar: el primer día lo pasamos explorando esta inmensa urbe, que si bien no cautiva especialmente por su belleza, tiene varios puntos interesantes para conocer más sobre la intensa historia de Sudáfrica.
El lugar obligatorio para introducirse en la historia reciente del país es el Museo del Apartheid. En su conmovedor recorrido, el museo guarda la memoria de uno de los sucesos más tristes en la humanidad: el sistema de segregación racial que usó la colonia británica en Sudáfrica hasta 1992. La Casa de Mandela en Soweto (el barrio donde se concentró la mayor parte de la población negra durante el Apartheid) es otro sitio muy significativo para seguir explorando la historia sudafricana y la lucha antirracista. La visita a Soweto se puede hacer en un tour por el día, y es muy recomendable terminar comiendo algo en el restaurante de Orlando Towers, dos chimeneas enormes pintadas con murales, donde los intrépidos hacen bungee jumping.
Si da la energía, durante un día en Johannesburgo también se puede visitar Houghton, uno de los barrios residenciales más elegantes, donde vivió Mandela poco tiempo después de su liberación. La vista desde el último piso del Carlton Center (el edificio más alto de África) y un paseo por el shopping de Sandton City (tras sacarse una foto afuera junto a la enorme estatua de bronce de Mandela) completan el día. A la noche, cena en el hotel y descansar para seguir viaje a Pretoria al día siguiente.
Pretoria, la ciudad jardín
Después de desayunar, con las energías bien cargadas, salimos para Pretoria, la capital administrativa del país, a poco más de 50 kilómetros de Johannesburgo. La distancia es corta, pero el cambio de ambiente es enorme: la capital –pese a su condición de tal- es una ciudad relajada, con muchísimo verde (más el violeta de los jacarandás) como para empezar a sumergirse en la naturaleza africana. Aquí se puede visitar un árbol de más de mil años (el Wonder Tree en la Reserva Nacional de Wonderboom), el inmenso Jardín Botánico Nacional (ideal para un picnic) y el Zoológico (donde habita el rarísimo dragón komodo).
Incluso los grandes edificios presidenciales de Union Buildings están rodeados de jardines frondosos. Otros puntos imperdibles son el Church Square (la plaza central con varias construcciones históricas), el Monumento de Voortrekker en honor a los colonos que llegaron desde Ciudad del Cabo, y la Plaza de la Libertad muy cerca de allí, en homenaje a los caídos en la lucha contra el Apartheid. Los que quieran comprar cosas típicas pueden distraerse un buen rato en el Hazel Food Market (mercado de comidas multiculturales) y el Hatfield Market (ropa y accesorios muy a la moda). A la noche, antes de ir a dormir, se puede ver un espectáculo en el South African State Theatre.
Relax en Sun City
Muy cerca de Pretoria está Sun City, el mejor resort turístico del país, creado en medio de un valle. Aquí pasamos uno de los días más entretenidos del viaje. Al llegar, tuvimos todo el día libre para ir a la playa artificial, nadar entre las olas gigantes y descansar en las piscinas del parque acuático. A la tardecita recorrimos la cancha de golf (donde los cocodrilos reptan alrededor de algunos hoyos) y visitamos el increíble hotel Palace, con sus jardines que poco tienen que envidiarle a Versalles. De noche probamos suerte en el casino más grande de África y, después de una cena exquisita, terminamos la jornada con un espectáculo de revista al estilo Broadway.
De safari en Parque Kruger
Si el día en Sun City había sido emocionante, lo que nos esperaba al día siguiente nos dejó completamente fascinados. Después de desayunar en el hotel de Sun City, salimos hacia el Parque Nacional Kruger, la reserva natural más famosa de África, donde al fin entraríamos en contacto con la vida de la sabana. La ruta hasta allí es maravillosa, atravesando las montañas de Drakenberg entre ciudades y pueblos típicos, lo que hace más llevadero el viaje de todo el día.
Al llegar a nuestro alojamiento en las inmediaciones del Parque (que tiene más de 360 kilómetros de largo por 60 de ancho) ya nos envolvía el paisaje de la sabana. Llegamos directo a descansar porque al día siguiente nos levantamos apenas despuntó el sol para subir a las 4x4 y emprender el safari, guiados por un ranger experto.
Es indescriptible la sensación de ir buscando los animales en su hábitat natural. Todas las especies que de chicos vimos en El Rey León pasaban a muy pocos metros de nuestro jeep. Vimos hienas, monos, ciervos y pájaros multicolores; pero lo más impresionante es que pudimos fotografiar a los “cinco grandes” de África: el león, el leopardo, el elefante, el rinoceronte y el búfalo. Antes de volver al alojamiento, vivimos un atardecer espectacular.
Fuente: http://vivaelturismo.com/index.php/es/africa