Poco queda del rock de aquella época. La Tabaré y El Cuarteto de Nos fueron las únicas bandas que se repitieron, más allá de algunos músicos que tocaron en aquel evento y que volvieron con sus formaciones actuales. El de 1986 era un rock estrictamente juvenil, efervescente, que había adaptado propuestas extranjeras, como el punk de los años 1970 o la new wave ochentera, que gritaba y denunciaba los terrores que vivía una juventud uruguaya que acababa de salir de una dictadura militar pero todavía era reprimida por la policía y renegada por las generaciones musicales mayores –lo mismo sucedía a la inversa–.
El rock uruguayo de 2017 no tiene problemas en fusionarse con el candombe, la murga o el folclore, y es mucho más afín al pop. Es más festivo: las banderas, las bengalas y los cánticos son pieza clave de la liturgia de los shows en vivo. Y tiene un público joven, con bandas que a pesar de que sus integrantes ya pisan los 40 años (o incluso los 50), siguen captando a las nuevas generaciones, pero uno ya no se sorprende al ver a un niño bailando sobre los hombros de su padre mientras el Cuarteto toca El hijo de Hernández, o de ver a una pareja veterana danzando al ritmo de Trotsky Vengarán, como se pudo ver en el Prado durante el fin de semana.
Otro rock
Cuando Guerrilla Urbana ganó el primer premio en un concurso de bandas durante el primer Montevideo Rock, el intendente colorado del departamento, Jorge Luis Elizalde subió a entregar el galardón y fue sepultado por una lluvia de monedas que le cayeron de la audiencia. El viernes y sábado, el intendente Daniel Martínez figuraba en primera fila, cantando un tema de Buitres o de Rubén Rada con una remera negra con el logo del festival calzada.
En el Montevideo Rock de 2017 había familias enteras, personas que hacían filas eternas para conseguir una gorra en la que escribir su frase favorita, prendas de las bandas (con La Vela Puerca, Once Tiros, No Te Va Gustar y La Trampa como las de mayor presencia) y lo primero que se veía al entrar era un puesto de merchandising oficial de las bandas y artistas participantes. Remeras a $ 500, tazas a $ 300 y gorras a $ 400. Otro Uruguay, otro rock.
Los platos fuertes
Más allá de la distancia, hubo espacio para la nostalgia de parte de las bandas. Tabaré Rivero rememoró su experiencia en el primer festival; Cuatro Pesos de Propina tocó Mejor no hablar deSumo, una de las participantes de la primera edición; Buitres recordó a su encarnación previa, Los Estómagos, con una versión de Solo; Hablan por la Espalda presentó un cover de Los Estómagos, y en un momento impensado en otro contexto, El Cuarteto de Nos miró a su catálogo anterior a 2006 para interpretar Andamio Pijuán, una canción compuesta en aquella época y que es parte de su disco Soy una arveja, que este año celebra sus tres décadas de existencia.
Por momentos, el Montevideo Rock de 2017 fue un Pilsen Rock de 2005, sobre todo con los shows de hits proporcionados por La Trampa, Trotsky Vengarán o Buitres. La comparación también la permite el hecho de que haya sido una reunión de la mayoría de las bandas uruguayas convocantes que emergieron a fines de los años 1990 y comienzos de los 2000 y que siguen siendo las referencias del género.
Fue una primera experiencia en festival masivo para los más jóvenes que no llegaron a acampar en Durazno o a pasar el día entero en las canteras del Parque Rodó, el Faro de Punta Carretas o el Parque Batlle
De multitudes nuevas y deudas viejas
Pero también hubo espacio para las bandas que tomarán la posta, o las que de a poco se van haciendo multitudinarias. El menor de los dos escenarios del festival incluyó algunos de los números más destacados de la doble jornada, como el de Julen y la gente Sola o el de AFC, que mostró que el hip hop tiene varios puntos de contacto con el rock. Eté & los Problems se dio el lujo de terminar con una escena memorable, en la que su cantante, Ernesto Tabárez, se metió entre el público con una bengala en la mano que recibió de parte de uno de los seguidores, una escena que en unos años podrá tener lugar en el escenario mayor.
El rock uruguayo sigue siendo mayoritariamente masculino y montevideano, más allá de que en el Montevideo Rock se presentaron Alfonsina, Laura y Los Branigan y los maragatos Pecho e' Fierro. Es uno de los debes de la escena y que el cartel del evento también resaltó.
El domingo estuvo Rubén Rada, con una propuesta más alejada del rock tradicional (aunque en su fusión de géneros aporta lo suyo). Acompañado por sus hijos Lucila, Julieta y Matías, logró acortar la distancia que impone la diferencia generacional. Los Rada hicieron mover al público, al tiempo que repasaron varios clásicos frente a un público masivo, uno mucho más abierto que el de 1986 o incluso el de 2005.
Esa apertura y buen ambiente también lo mostraron las repetidas colaboraciones y apariciones especiales que se dieron en los dos escenarios. Una de las grandes polémicas de la previa (la ausencia de Jorge Nasser del cartel del festival) fue subsanada en parte por No Te Va Gustar al invitarlo a cantar con ellos, al igual que a Christian Cary, de La Triple Nelson. La única deuda en este rubro fue una colaboración propuesta en la previa por Trotsky Vengarán y Julen y la gente sola (que tiene una canción sobre su desprecio hacia la banda) que finalmente no se concretó. De todas formas, no faltaron elogios de un escenario al otro ya que sus shows fueron casi simultáneos.
Esta simultaneidad generaba que, de acuerdo a la ubicación del espectador, los sonidos se cruzaran. El escenario principal estaba en el ruedo de la rural, un lugar que no fue pensado para alojar este tipo de eventos y que desde ciertos puntos –sobre el costado del ruedo, afuera de la valla– hacía que el sonido perdiera calidad y rebotara en el fondo. Más allá de eso, el nivel técnico fue alto, lo que junto a unas llamativas luces y unas buenas pantallas gigantes completaba un estándar elevado para el espectáculo.
Aunque el espectáculo no fue tan bueno en cuanto a evento. Las colas para los baños y para la compra de comida y bebida se hacían extensas y, al menos durante el viernes, algunos puestos se quedaron sin cerveza cuando todavía quedaban cuatro horas de festival.
Esos fueron los únicos puntos débiles de una doble jornada donde la música dominó, el pogo estuvo a la orden del día y el público que llenó la Rural en ambas jornadas (se estimó en 18 mil personas cada día) se fue exultante, a juzgar por los comentarios escuchados durante y después del evento.
Lección de rock
Un cambio de guardia entre las bandas, la reafirmación de que todo sigue igual y una muestra del estado de situación del rock nacional fueron algunas de las lecciones que dejó este Montevideo Rock, que ya prometió su regreso para 2018. El evento también logró un peso emotivo al mostrar una clara unión de los artistas, tanto entre sí como con el público, algo que varias de las bandas que pasaron por los escenarios se encargaron de enfatizar.
La bandera uruguaya, la de Peñarol y la de Nacional flamearon entre otras que portaban el logo de Buitres, La Vela Puerca o La Trampa. Una bengala que se le escapó a los controles de seguridad bañó al pogo con su luz rojiza. Una muleta en el aire, un joven ciego sacudiendo la cabeza aferrado a su bastón. Esas fueron algunas de las escenas para la posteridad que dejó el festival.
El primer Montevideo Rock fue una experiencia catártica y fermental de un movimiento naciente. Con una convocatoria multitudinaria y mayor que la de hace 31 años, el del pasado fin de semana fue la confirmación de una escena que no cambia demasiado sus protagonistas pero sigue con buena salud y tiene buenas perspectivas de futuro.
El rock no se murió. El rock es otro, pero sigue acá.
Fuente: El Observador
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